Estimados colegas y socios,

Les dejamos la columna de opinión de la Directora de la Sociedad Chilena de Psicología Clínica, Ps Michèle Croquevielle, a raíz del Día Internacional de la Solidaridad que se celebra el 31 de agosto.

 

DÍA MUNDIAL DE LA SOLIDARIDAD

Por Michèle Croquevielle
Psicóloga Clínica
Directora Sociedad Chilena de Psicología Clínica

Cuando pienso cuán poco puede subsistir el ser humano por sí solo, se me aparece nuestra naturaleza precaria que nos obliga a encontrar en el “otro” nuestra complementación tanto física, psíquica, como espiritual. Esta precariedad me recuerda que no estamos en condiciones de existir sólo desde nosotros mismos, pues siempre estamos dependiendo de nuestro entorno, de relaciones con nuestro medio, de encuentros con un Tú, para poder sobrevivir.  Visto así, la cohesión social es fundamental para alcanzar la fortaleza individual. La solidaridad es el camino justo para fortalecernos en lo individual y en lo social.

En este día mundial de la solidaridad, pongo mi mirada en mi país, Chile, que lleva más de 45 años de lamentable transformación socio-política-económica, corriendo tras un paradigma de feroz individualismo. Mi mirada es desde la psicología clínica, mi especialidad, y las consecuencias psíquicas que veo en mis pacientes: soledad, inseguridad, sinsentido.

Esta transformación que ha implicado que “cada uno se preocupa por sí mismo/a”, ha permeado no sólo la economía, sino también la educación, la cultura, la salud, etc. Psicológicamente nos hace mirar al otro, a los otros, ya no como parte de una comunidad, sino como mi competencia: “el que tú tengas más, me priva a mí de algo”, en lugar de: “yo que tengo más, te ayudo mientras pueda, pues sé que luego puede ser a la inversa”. Egoísmo, desconfianza, individualismo, soledad, es lo que  ha producido  en nuestra sociedad; una tremenda debacle a nivel de salud mental (con los costos-país asociados): trastornos de ansiedad, depresión, narcisismo, y vacío existencial..

Pero un cambio requiere de una “política de estado” que traspase todos los estamentos: educación, salud, economía, cultura, etc. donde el bien común sea la prioridad. Bien común, eso que ocurre a mi lado, a mi vecino, al amigo de mis hijos, a quien me ayuda en casa. Solidaridad que se advierte (o no) al subir las escaleras mecánicas (dejar el lado izquierdo desocupado, para quienes quieran subir caminando), no ocupar las bermas para adelantar a los otros en las carreteras, aportar un porcentaje de mis impuestos para un fondo que ayude, apoye a los más frágiles de nuestra sociedad, etc.

Políticas públicas, pero que se inicien en las bases de la educación: terminar con la competitividad para dar paso al desarrollo de competencias, que pueden ser individuales o compartidas. Un mirada más solidaria, más comunitaria, nos lleva a construirnos como sociedad que cuenta con los demás para su bien-estar. Yo cuento con ustedes y ustedes pueden contar conmigo.

Eso me hace recordar a Sartre que dice que “…el hombre es responsable de todos los hombres”, y agrega, “En efecto, no hay ninguno de nuestros actos que, al crear al hombre que queremos ser, no cree al mismo tiempo una imagen del hombre tal como consideramos que debe ser (…) y nada puede ser bueno para nosotros sin serlo para todos”.

La solidaridad es un valor que debe ser reforzado con la razón y la firme voluntad de justicia por el bien común. No es suficiente la capacidad de comprender o sentir pena por el mal ajeno. Es necesario poner en acción ese sentimiento y concretarlo en hechos que aminoren el sufrimiento del otro ¿Cómo revertir esto? Fundamentalmente levantar la mirada (desde el propio ombligo), comprender que nuestro existir ocurre en un doble intercambio: yo y mi mundo interno, y yo y el mundo externo, es decir que si bien mi vida no puede ser sin mí, no debe tratarse sólo de mí. Ya sólo considerando esto, y haciendo de este principio una forma de concebir la existencia, compartiéndolo en todos los ámbitos de nuestra vida (escuelas, trabajo, amistades, familia, etc), en acciones concretas, ya es un gran paso, pues aparece el otro, en mi campo visual.

 

 

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